ACE algún tiempo, en un lejano lugar llamado Andorra, sucedió que un grupo de amigos se hallaba pasando unos días de asueto, comiendo, bebiendo y pasendo por el monte como haría cualquier rebaño de cabras. Cierto día acordaron visitar los parajes que reodean Len Estanys dels Pessons, en las cercanías de la estación de esquí de Pas del la Casa, de forma que una vez desayunados se pusieron en marcha chanza va y chanza viene. A la cabeza del grupo marchaba siempre Chemalone, tirando y tirando, deseoso de acabar cuanto antes con el tramo asfaltado. Al llegar al fin de la carretera, aconteció que acababan de llegar al parking de la estación de esquí un par de autobuses del Imserso, de esos que son la viva antítesis de un tiburón. A la vista del gentío, Chemalone hizo lo que nos tenía acostumbrados, tomó una senda empinada que partía del lado derecho de la explanada montaña arriba.
Ya fuese por la gentíl apostura de nuestro grupo, por lo bien pertrechados que íbamos (lo que nos hacía parecer unos expertos senderistas), o por cualquier otro motivo, el centenar de jubilatas se aprestó a seguir nuestros pasos. Chemalone redobló el rimpo de marcha estirando el largo grupo, que ya zigzagueaba colina arriba. Al poco tiempo, fuí yo el que quedé rezagado, cerrando filas con una compañera con la que desde hacía tiempo pretendía yo elevar la categoría de nuestra amistad al grado de con derecho a roce. Desde abajo el espectáculo era para no olvidar, como ahora doy prueba de ello. Chemalone delante, resoplando y sin detenerse a mirar que sucedía a su espalada. El centenar de excursionistas detrás de él, ordenados no por su condición física sino por su determinación. Finalmente, intercalados aquí y allá los integrantes del grupo de amigos.Al cabo de unos diez minutos o así, la situación cambió radicalmente. Mi compañera y yo no dejabamos de superar, con nuestro ritmo cansino, jubilados que yacían a un lado y a otro del camino. Al superar al útimo, éste nos interpeló. ---Nos habían dicho que del aparcamiento a los lagos no había mas que un corto paseo. ---Y así debe ser---, dije yo, ---pero me temo que ni uds. ni nosotros sabemos donde vamos. Es lo malo de dejarle ir el primero---, apostillé señalando con la barbilla a nuestro líder, --- siempre escoje la senda más empinada---. Y el pobre diablo se desmoronó.
Nosotros nos reunimos por fin al pie de un remonte. La vista de los lagos, 300m más abajo era impresionante, y la del camino por donde habíamos ascendido aún más. Poco a poco, ayudándose unos a otros como buenamente pudieron, los intrépidos expedicionarios se fueron incorporando e iniciaron el largo camino de vuelta a casa. Tras una breve pausa, Chemalone propuso subir a la cima más cercana: sólo dos le acompañamos. Arriba el aire era más puro, los lagos se veían más pequeños y un par de autobuses abandonaban el aparcamiento con un centenar de turistas escarmentados y arrepentidos de seguir a nadie sin preguntar antes donde va.
Con el tiempo me enteré que nuestro hombre era un ajente secreto de la SS (Seguridad Social), que tenía como única misión la eliminación de pensionistas de alto coste, los famosos LSV (longevos, saludables y/o viajeros), facilitando el equilibrío de las arcas del Estado. Le gustaba tanto su trabajo, que en vacaciones lo llevaba a cabo simplemente por amor al arte. Hombres de auténtica dedicación como él son lo hacen falta para cambiar el rumbo de este País.
Etiquetas: volando voy ...