Los Enfants de la Patrie III + I (y fin)

El caso es que eso, planifique ud. todo con suma precaución y detalle que al final siempre puede salir algo mal. 7 am, la maldita máquina goes off like hell y uno se levanta. Dúchese, vístase, recoja el equipaje y asegúrese que no se deja nada (que realmente merezca la pena llevar). Baje y desayune para ir entonando el cuerpo. Crúcese con el colega de ayer y despídase por enésima vez. Suba a lavarse los dientes, repase la agenda del día y cercioresé que no queda nada atrás, ni tan siquiera en el inodoro. Vueva a bajar a la recepción de ese hotel tan expléndido en la que nunca hay nadie y trate de llamar la atención para que aparezca algún encargado. Page religiosamente y márchese a tomar un tranvía. Convalide su bono, suba al vehículo correcto y apéese en la parada adecuada. Arastre sus maletas hasta la estación de autobuses. Compruebe que fuera el ambiente es más gelido que dentro y no deje de moverse para evitar la congelación.
Son las hora de salida del autobús menos cinco minutos cuando éste hace su entrada en el muelle. Encaminábamame a la puerta cundo de repente ... Adivinen qué rima con el 1 kg de mejillones que ud. ingirió la noche anterior: y no me sean soeces.
--- ¿Macarrones? --- Frio, frio ...
--- ¿Socarrones? --- No, no ...
--- ¿Vacaciones? --- Mal, muy mal ...
Con 1 kg de mejillón rima un retortijón de cojones, y con retortijón rima apretón de tres pares de güevos. Pues eso, planee ud. su viaje que al final se irá todo a la mierda por culpa de unos mejillones importados de Chile que no pasan el control de la Marea Roja que está arruinando las Rías Gallegas. Y el viajero se encuentra en las siguiente tesitura, ó bien hace de tripas un nudo ó bien pierde el billeta ya pagado y espera al siguiente autobús con riesgo de llegar tarde al embarque a poco que pase algo en la carretera. El viajero toma la opción "a" porque a malas siempre es mejor cagarse encima en un autobús que transita por un sitio donde no te conoce nadie, que enfrentarse a la experiencia de un water público en ciertos lares. Pero no se preocupen, el cuerpo humano es maravilloso, aprieta pero no ahoga, y una vez en ruta el mal desaparece como por arte de magia. Por cierto, ¿han jugado alguna vez al pinball de güindos en un sistema tan poco inercial como un autobús? Pues es de lo más curioso, ud. va de derecha a izquierda, arriba y abajo, pero la bolita ni se inmuta. Al final uno acaba disparando los flippers únicamente cuando el movimento es suave, como si eso a su computadora le importase mucho.
Llegada al aereopuerto y por arte de magia el rugiente durmiente se despierta, pero no hay peligro pues si algo de bueno tiene frecuentar un lugar así es que se acaba por concer el camino más corto a un escusado digno. Solventada la marea roja todo sucede como estaba previsto. Facuración a las hora de despegue menos 1:45, compra de souvenirs made in china, franqueo más o menos accidentado de los mecanismos de control, y embarque puntual a las menos 20 minutos. Despeque, repaso de la prensa nacional, gracioso intercambio de frases con el personal de cabina acerca de las propias apetencias y aterrizaje sin las emociones tan propias de los políticos de hoy en día. Y para acabar este viaje tan pintoresco, la no menos graciosa escena de recoger el equipaje facturado en la sala del terminal T3: ¿puede uno imaginar una experiencia más entrañable?
El resto es poca cosa y además predecible. El caso es que el viajero, tras hacerse un lío con la línea circular del metropolitano madrileño, alcanza el destino a eso de las 15h. Insisto, no hay viaje que 8 horas no dure.
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